En medio de una Venezuela polarizada como resultado de sucesos que mayormente son de índole social, existen múltiples e interesantes fenómenos que para bien o para mal, representan parte de nuestra personalidad como sociedad. A través de los años, hemos visto emerger, desarrollarse y sucesivamente desvanecerse, de forma casi cíclica, un gran número de gurúes; uno más erudito que el otro. Pero, por más reconstituyente que este proceso pueda ser, no deja de ser llamativo el aún mayor grupo de extravagantes seguidores acérrimos y programables dentro de cualquier movimiento cultural. Fanáticos que, en algunos casos, son inhábiles para deliberar por si mismos y que en consecuencia lejos de aportar, dañan más lo que en un principio pretendieron adornar. Los Robots, seguidores de oficio, han sido y serán un fenómeno de nuestro movimiento.
Como toda entidad anómala, los robots pueden ser descritos como buenos o malos, según su nivel de razonamiento y su función dentro de la escena. Habitan en todos los nichos artísticos y en todos sus niveles, es decir, pueden estar en el (mal/bien) llamado underground o en el infame POP. En ese orden, nos podríamos topar con aquellos discípulos habituales y de muy buena actitud que asistirán a donde sea para apoyar a su ídolo predilecto y harán de las fiestas algo inolvidable con su infinita energía, aplaudirán, fliparán y volaran con cada melodía. Ellos, son de carácter positivo, jovial y estarían relativamente abiertos a otras fuentes de conocimiento y/o entretenimiento. Por esta razón, podrían tolerar a otros artistas, antes y después, de escuchar al que ellos siguen en primer lugar. Sin duda alguna, son los seguidores que todo artista quiere tener durante su carrera. Aquellos que con el tiempo se cultivarán y asimilarán para ser prósperos dentro del movimiento en el que anidan.
Pero como no todo puede ser bueno, existen los robots de índole nocivo. Estos son sin duda alguna organismos bien escuetos, su misión será la de aborrecer o festejar lo mismo que su programador y no habrá nada en el universo que les haga cambiar de opinión. Estos entes no son capaces de usar la razón por si solos por lo que siempre van a requerir de la guía de su gurú (de turno), son cerrados y obtusos por naturaleza, no son los más competentes para nutrirse de lo bueno de las cosas porque, en su mundo, lo único bueno es todo aquello para lo que ellos fueron programados. Estos especímenes muchas veces ostentan un buen gusto relativo al de sus pares, pero carecen de talento para aportar de forma universal y esa es la razón por la que muchas veces no dejan huella alguna dentro de su propio gremio.
Un robot malandrín es excesivamente dañino en las movidas de música electrónica en general (Underground y POP); son una suerte de hooligan danzante. Son un especie muy particular de hater que no es capaz de apreciar la música en toda su extensión, sino que su predilección está en uno que otro sub-género dentro del vasto océano sonoro. Estos, son particularmente efectivos en las polémicas y al parecer son mejor en esto que en otro cosa, solo basta invocarlos, provocarlos y voilÀ. En experimentos sociales realizados recientemente se ha encontrado que basta sentirse atacados para activar una respuesta primitiva y ofensiva, tan irracional como furiosa.
Pero, ¿De quién es la culpa? ¿Es culpa del programador que no les enseñó? En un mundo en el que las cosas no andan tan bien, es a veces responsabilidad de unos pocos el tratar de crear conciencia en aquellos que se están iniciando en el mundo de la música, el arte no puede ser discriminado simplemente por cuestiones de gusto personal o grupal, porque de ser así nos extinguiríamos todos en una guerra termonuclear de gurúes y robots (dañinos). A veces es trabajo del programador el poner en su sitio a estos organismos nocivos, pues muchas veces algunos robots pueden ser erróneamente considerados líderes o fuentes de inspiración. Imaginen por un momento seguir a alguien que es cerrado, que no tiene talento y que su mejor aptitud es la de criticar hasta la calidad el aire que respira.
¿Cuál es la solución para este mal? Pues la educación. Enseñar a apreciar la música en el sentido extenso de la palabra y en el coartado mundo de lo oscuro o mostrarles como ser respetuosos. Un buen maestro educa y comparte su sabiduría con paciencia, mientras que un robot (maligno) destruye todo aquello para lo que no fue programado aceptar.
¿Qué sería de la movida en la que estos robots pudieran ser pseudo-líderes?
Gracias por compartir!
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