La noche del sábado 20 de junio, Steven Ellinson volvió al Sónar, luego de tres años de ausencia, que sin saberlo habían dejado huella en el productor de Los Ángeles, sobrino nieto de la gran pianista de jazz, Alice Coltrane, y quien decidió rendir tributo a sus raíces con un álbum que enaltece el free jazz y lo reinterpreta de forma sublime.
La presentación de Flying Lotus sucedió en el escenario del Sónar Pub y los artistas que lo precedieron fueron FKA Twigs con otro directo magistral y el productor noruego Cashmere Cat en versión DJ set. Lo que pasaría luego, nos marcaría a todos y resultaría en una de las experiencias visuales, musicales y personales más importantes de los últimos años. Un capítulo aparte en la historia del festival.
Primer acto. En el escenario vemos erigir una estructura de siete caras que rodea a la cabina desde donde Flying Lotus hará su magia; el púlpito desde el que nuestro chamán nos embrujaría a todos. Luego se revelará que la estructura en sí cuenta su propia historia y sirve de telón de fondo para proyectar imágenes desarrolladas para cada uno de los temas del álbum, “You’re Dead”.
Segundo acto. Aparece Flying Lotus detrás de una máscara que oculta por completo su rostro y que tiene a la altura de la cabeza dos orificios que brillan en la oscuridad y cuyo efecto hace pensar que se trata de sus propios ojos iluminados por una luz brillante y potente. Este personaje que vemos no es el productor, se trata de un ser de otro planeta, de un espíritu del inframundo que nos anuncia: “You’re Dead” y que el renacimiento empezará ahora.
El viaje de 19 temas de duración nos envolvió en decenas de sentimientos; nos emocionamos, lloramos, bailamos; era euforia, era miedo, era alegría. El propio Flying Lotus lo sentía y en la mitad del set decidió salir de su cueva, de su espacio particular, para compartir con el público y hasta fumarse un porro. El momento épico y cumbre lo musicalizó el tema “Until The Quite Comes” y cuyo cortometraje fue proyectado sobre la estructura, mientras Lotus movía sus brazos como si estuviera en el medio de un trance o como parte de un ritual. La catarsis había comenzado.
Lo que ocurre en la mente de Flying Lotus y la riqueza de su ADN es palpable a niveles que las palabras no pueden describir. El rostro de Lotus, sin máscara, estaba iluminado por una energía arrolladora. Estábamos allí formando parte de su propia regresión, siendo partícipes de su tragedia, de cómo el artista hacía catarsis en un escenario orgánico, vivo, que se retroalimentaba de las emociones de un público cuya constante sería el antes y el después. No estamos muertos, estamos más vivos que nunca y Flying Lotus también.
T: @cherryflins / IG: @cherryland