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Todo individuo está sometido a múltiples fuerzas externas que ejercen poder sobre su desempeño artístico consciente o inconscientemente; directa o indirectamente. Algunos son capaces de prever eso y tratan de contrarrestarlo. En una reciente entrevista para
Dj Tech Tools, Stimming decía: “
yo no quiero ser influenciado por otras cosas, así que no tengo idea de qué sucede en el Dance Music”.
Jeff Mills en una conversación con
Tugobot Project fue aún más lejos y confesó que “
estaba dispuesto a cortar la conexión con el público” ya que “
no quiere saber lo que les gusta o lo que piensan”. Artistas como
Ricardo Villalobos, mantienen una barrera, casi impenetrable, que lo aísla del mundo 2.0, y según podemos ver le funciona muy bien al maestro chileno. Este comportamiento defensivo está correctamente orientada a la preservación de la pureza de la manifestación creativa. Es importante acotar que no es exclusivamente el público quien ejerce esa presión e indudablemente existen otros elementos como: la producción del evento, los otros DJs, la moda, la cultura, entre otros. Entonces, ¿Qué tan venenosa puede ser la influencia musical externa en nuestro trabajo como productores musicales y/o
DJs?
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En el instante en el que abordamos nuestra preparación para una función, la selección musical, o nuestra producción en el studio, encuentra un propósito. Esta intención se ve influenciada, al menos, por tres factores. En primer lugar, examinamos la dimensión de nuestro espectáculo, pues hay que considerar que una sala pequeña sala no debe ser tratada igual que un festival, obviamente porque en el primer escenario es más sencillo leer emociones particulares, o colectivas, y experimentar, mientras que en el segundo caso posiblemente debamos ir más al grano, lo cual influye mucho en nuestra selección musical desde el punto de vista funcional. En segundo lugar, corresponde meditar sobre nuestro territorio en términos del line up y, por esa razón, es preciso vislumbrar, al menos de modo general, la forma de desenvolverse del artista que nos entrega, y a quién le entregamos, para poder construir una línea musical consistentemente coherente. Esta apreciación nos ayuda a discernir la intensidad de la progresión de nuestro show. Por último, examinamos el horario y la extensión de nuestra puesta escena que nos obliga a extender o comprimir nuestra selección musical, lo que nos indica el carácter energético de nuestro trabajo en cabina. Evidentemente, no es lo mismo estar en una posición de calentamiento que en una de cierre, aunque lamentablemente ya no parezca ser una regla.
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Cuando analizamos estos factores, podemos notar que existe una descomunal presión sobre aquel que está en los escenarios cada semana. En un mundo utópico, tendríamos un buen horario, nos hallaríamos rodeados de artistas lógicamente seleccionados para estar antes y después de nosotros, y estaríamos preparados para llevar el viaje correcto sin importar la extensión. Pero, ¿qué pasa cuando esto no es así? Anarquía total.
Los errores que se están perpetrando en la escena venezolana son innegables. Muchos artistas excluyen estos tres principios de sus procedimientos de preparación teniendo como efecto la demolición del concepto original del arte en escena. Es muy usual llegar a un local, a solo minutos haber abierto sus puertas, y escuchar beats que muy bien lograrían sonar a la hora pico. Posiblemente es el desespero por figurar sin importar la línea de la fiesta o, sencillamente, por incompetencia artística. De cualquier forma es perturbadoramente caótico. Se hace mucho más habitual hallar en un evento una línea incomprensiblemente homogénea que se lleva con el solo propósito de no desencajar y deleitar de forma forzosa a todo ser humano en la pista. Es pánico a salirse de la zona de confort musical y la flojera de apostar por lo que, se “supone”, ya funciona. Piensen en lo que significa escuchar doce horas de la misma música sólo porque los DJs quieren llamar tu atención, pero no te quieren mostrar nada novedosamente interesante que te rete como consumidor de arte. Eso es obstaculizar el progreso musical en pro de ser famosos y lucrativos de la noche a la mañana. En ese sentido existe una carencia de investigación y se adopta la idea de que seguir líneas artísticas ajenas es bueno. En este último caso, se puede citar el ejemplo del ‘mal uso’ de aplicaciones como Shazam que, si bien nos permiten conocer más de música y tendencias, también nos sienta en un sillón simbólico de pereza y miedo, mientras el trabajo serio de exploración lo hacen otros.
Existe un cuarto principio para la preparación musical, y está regulado por ese switch ético que nos dice hasta dónde estamos dispuestos a dejarnos influenciar o si estamos dispuestos a vendernos. Un ejemplo reciente de esto es la polémica en la que Ricardo Villalobos se vio envuelto por su peculiar participación en Cocoon In The Park 2015. Para los que lo conocen, fue un día normal y por eso muchos piensan que fue sacado de contexto. Peor aún, nadie consideró que se le encargó seguirle a Carl Cox. ¿Qué creen que hubiese pasado si Villalobos se hubiese dejado influenciar por el momento y rompiera su línea para “partir la pista”? ¿Creen que Ricardo consideró los tres principios básicos para componer su selección o simplemente sigue sus propias reglas? ¿Creen que el público y la crítica no estaban preparados para él? O ¿Estaban preparados para destruir e influenciar de forma negativa?
En un principio, las referencias externas nos ayudan a cultivar conocimientos técnicos que aceleran nuestra compresión sobre la función de la música como arte de entretenimiento. Pero más allá de lo técnico, hay que aceptar que no es lo mismo apreciar que copiar todo lo que vemos y oímos. No es lo mismo absorber y asimilar, que imitar y robar, aún cuando sea válido la reinterpretación de contenidos para exponer nuestro punto de vista de preceptos establecidos. Es aquí donde el buen artista comienza a distanciarse de los mediocres. Es en este momento que un músico comienza a construir su legado. No obstante, algunas veces la meta del músico es deleitar y divertir, la idea es que el público esté lo suficientemente educado como para apreciar el arte sin exigir que se adapte a su gusto particular, porque en ese momento deja de ser arte para convertirse en un producto masivo cualquiera. Y, aunque también es deber de los danzantes educarse, es responsabilidad de los DJs introducir el punto de partida para la investigación que les permitirá aprender más sobre la movida que representan. La influencia es positiva si respira, si deja circular el conocimiento y se reinventa en un ciclo interminable de intercambio de ideas nuevas y frescas.
Existen más de cuatro principios para la preparación, ¿Cuáles siguen ustedes?
Gracias por compartir!
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